UN PASEO POR EL CASCO ANTIGUO
Los numerosos monumentos que atesora Candeleda dan fe de la riqueza histórica de nuestro pueblo. En cada uno de sus rincones el visitante descubre con regocijo una sorpresa que despierta el gozo y deleite de sus sentidos.
Un paseo por el casco antiguo del municipio obliga hacer una parada en:
Plaza de las Burgas
Una de las más emblemáticas de Candeleda, desde allí se abren camino las artesanías más añejas de la villa.
En sus calles aún podemos encontrar casa de los S. XVI y XVII en perfecto estado de conservación. Arquitecturas construidas a base de madera entramada, rellena después de adobe o mortero y pintadas con cal. Muchas poseen un patio interior con pozo y jardín y las más importantes, todavía conservan en sus fachadas los escudos que pertenecieron a las familias más notables de Candeleda, son las denominadas:
Casas Candeledanas
Al ser consideradas como la vivienda tradicional del pueblo. En ellas destaca el “Voladizo” de la segunda planta: Un balcón cerrado que sobresale entre 0’50 y 1 metro, adornado con muchas plantas y flores. Las más significativas se encuentran en las calles y barrios de:
El Moral, La Plaza Mayor
Destaca el edificio de la Casa Consistorial y la casa de Don Antonio Gil con sus balconadas típicas de nuestro municipio.
El Pozo
Barrio de la Juderia
De arquitectura tradicional, en el que destaca La Calle De La Corredera.
Plaza del CastilLo
En la parte más moderna del pueblo, el centro neurálgico de la villa, que recibe ese nombre porque en antaño se alzaba allí el que fuera el castillo de los Condes de Miranda, desaparecido hace más de 80 años.
En el centro de una hermosa glorieta con fuente y palmeras se erige sobre un pedestal el monumento a La Cabra Montes, animal emblemático de las agrestes sierras candeledanas.
El Barrio de la Iglesia
De arquitectura tradicional en el que destaca el edificio del antiguo HOSPITAL del S. XV-XVI, con una soberbia fachada de cantería con salientes en la parte más alta.
Candeleda tiene dos Iglesias parroquiales. La más nueva se construyó entre 1989 y 1990, desde entonces convive con:
Iglesia Nuestra Sr. de la Asunción
Declarada de Interés Cultural. Este templo, bajo la advocación de la Asunción de Nuestra Señora, se encuentra enclavado en un promontorio junto a la parte más antigua de la villa. Su fábrica es en su mayor parte de granito con un exterior bastante tosco y de poco interés.
La parte primitiva del templo es de un gótico arcaico y rústico, de finales del siglo XIV o principios del XV, como puede verse por las achatadas proporciones de su presbiterio construido en forma de bóveda de cañón. Al igual que el ábside de la capilla mayor, de construcción semicircular, de donde arrancan seis nervios en forma de abanico hasta cerrarla en lo más alto. Este ábside circular en el interior es en su exterior cuadrado, tal como el del Barco de Ávila y el de otras iglesias góticas de la diócesis abulense y que demues¬tra su arcaísmo arquitectónico.
Entre los nervios cuarto y quinto contando desde la izquierda del ábside de la capilla mayor y en la parte más alta pueden verse unas toscas tallas que representan La Anunciación. El resto del templo, compuesto por tres naves muy amplias, divididas por arquerías de medio punto, es de peor construcción y de finales del siglo XV o principios del XVI.
Alberga en su interior
Retablo Mayor
Elaborado hacia 1.570, se compone de cuatro cuerpos de diversos órdenes: dórico, jónico y corintio, siendo las columnas del segundo cuerpo estriadas en espiral. Contiene cinco cuadros en talla de relieve pintados, dedicados a la vida de la Virgen.
En el último y más alto cuerpo, una imagen de La Asunción y a sus lados en talla dos ángeles que cierran el retablo en lo más alto. En el cuerpo inmediatamente inferior, tres cuadros de relieve pintados. El de la derecha representa a los Desposo¬rios de María, al otro extremo el Encuentro en la Puerta Dorada, y en el centro la Adoración. En el cuerpo inferior dos cuadros en relieve pintado que representan, el de la izquierda el Descendimiento de Cristo y el de la derecha, la muerte de la Virgen. En medio de estos dos cuadros, un crucifijo moderno de buen tamaño.
Capilla Del Baptisterio
De pequeñas dimensiones, construida en piedra berroqueña con una bóveda de nervios cruzados de aspecto tosco. Su pila de bautismo es de considerables medidas y extraños adornos. Toda la capilla es de gracioso aspecto y se encuentra bien conservada.
Orfebrería
Entre las piezas de orfebrería de la Parroquia destaca un cáliz renacentista con la marca del maestro portugués Andrés Fernández, y una bellísima custodia en forma de tabernáculo que realizara el artista Domingo Martínez Vinuegra sobre el año 1555.
Reja De La Capilla De San Antonio
Cierra esta capilla la reja que en su día cerraba la capilla mayor. Se trata de una forja del siglo XVI, de inspi¬ración gótica tardía, estando rematada en lo más alto por una decorativa franja de inspiración del arte romano.
Atril
En el altar mayor se encuentra un atril de forja que era el basamento del antiguo púlpito, el cual se encontraba unido a la reja que hoy se encuentra situada en la capilla de San Antonio, perteneciente a la misma época, siglo XVI.
Alacena
En la sacristía existe una alacena con doble cierre, uno con dos puertas de reja, y el exterior con dos puertas de madera decorada con pinturas. ‘Es donación del año 1576 y el donante figura arrodillado en el interior de la puerta izquierda en posición orante debajo de una representación de la Virgen de gran parecido a la de Guadalupe mejicana. En la puerta derecha está representado un San Bernardo.
El Retablo De Cerámica
Este retablo de cerámica de Talavera de la Reina, es sin lugar a dudas lo más sobresaliente de todo el conjunto del templo candeledano, no sólo por ser una de las mejores obras salidas de los alfares talaveranos, sino por ser uno de los retablos de cerámica mejor conservados dentro de los de su estilo y época.
En España hasta la influencia del renacimiento italiano, se venía fabricando un tipo de azulejos denominado “de cuerda seca”, altamente costoso y de pocas posibilidades expresivas, ya que siguiendo la tradición árabe, los azulejos, palabra que viene del arabismo al-zheycha, siempre representaban figuras geométricas con relieve.
Con el Renacimiento, empieza a producirse en la España del siglo XVI, los denominados azulejos “planos” o “italianos”, por haber sido los maestros de este país los primeros que usaron esta nueva técnica, la cual les permitía libertad para representar figuras, paisajes y sobre todo, ropajes muy al gusto de la época. Si bien los primeros dibujos de azulejos, de influencia italiana, iban decorados a base de hojas, tallos y grecas, imitando los dibujos realizados en alfombras.
Esta monumental obra de Candeleda está firmada por JU.FRS., iniciales que corresponden al maestro JUAN FERNANDEZ. Gómez Moreno, en su “Catálogo monumental de la provincia de Ávila” supone que fue construido por el año 1540, si bien por los datos biográficos del autor, es casi seguro que se realizara en la segunda mitad del siglo XVI, sobre el año 1570 en adelante.
En la documentación talaverana de la época, encontramos tres Juan Fernández relacionados con la cerámica. Uno de ellos es Juan Fernández Pintor de azulejos y autor de una parte de los azulejos del Monasterio de El Escorial y del zócalo de azulejos del atrio de la Ermita de Nuestra Señora del Prado de Talavera de la Reina, del cual empieza a haber documentación a partir de 1570 y al que siempre se le nombra como pintor de azulejos, Otro de este mismo nombre es el que figura como Juan Fernández de Oropesa, alfarero de la ciudad de Talavera, el cual en ningún documento figura como pintor, sino como propietario de un alfar, que no debió ser el autor de este retablo, ya que en primer lugar no se sabe si era pintor y de haberlo sido el autor lo hubiera firmado con su segundo apellido de “Oropesa/, dado que así lo hace en todos los documentos. Por último, otro Juan Fernández, ceramista de Talavera de la Reina, ya del siglo XVII, el cual tampoco debió de ser el autor de este retablo, dado que en el siglo XVII los azulejos talaveranos, se perfilaban en manganeso, mientras que en la centuria anterior, se perfilaban en azul, como es el caso del retablo de Candeleda. Por todo ello hay que dar como autor a Juan Fernández “pintor de azulejos” que trabajó en El Escorial y en la Ermita de la Virgen del Prado en Talavera de la Reina; Gómez Moreno, en su obra ya citada, supone que el retablo pueda tener influencias del maestro Francisco Niculoso Pisano, pintor de azulejos natural de la ciudad de Pisa (Italia) y afincado en Sevilla, que realizó por el año 1520 el retablo cerá¬mico de Flores de Ávila (Ávila).
Esto es poco probable dado que el maestro Pisano no residió en Ávila cuando se montó el retablo de Flores de Ávila ni los azulejos de este se realizaron en Talavera como supone Gómez Moreno, sino que fueron realizados en su alfar de Sevilla.
Del que sí pudo tener influencia el artista Juan Fernánd9z cuando realizó el retablo de Candeleda es de Jan Floris, artista de Flandes que trabajó para el Rey Felipe 1I y que residió en Plasencia y Talavera de la Reina y al cual se debe parte del zócalo del Monasterio del Escorial y el retablo de Santo Domingo de Plasencia, hoy en la iglesia de San Vicente de dicha ciudad.
El retablo de azulejos de la parroquia de Candeleda, se encuentra situado al principio de la nave derecha de este templo y tiene unas dimensiones aproximadas de 4,20 metros de alto por 2,80 de ancho.
El conjunto se encuentra dividido en tres cuerpos, estando el primero y el tercero, empezando desde la base, divididos en forma de trípticos. Siendo el cuerpo central un gran cuadro. Está finalizado tanto a la derecha e izquierda, así como la división de los trípticos, por columnas y columnitas de perfecta traza del más puro estilo renacentista.
En el cuerpo inferior dividido en forma de tríptico están representados San Juan Evangelista, San Zacarías y San Lucas. Las figuras de San Zacarías y de San Lucas, están cobijadas por arcos conopiales, muy en desuso en la época en que fue realizada. En los paisajes de estos tres cuadros aparecen en un segundo plano y dentro del conjunto, árboles de pronunciadas copas superpuestas, influencia de los modelos usados en las vajillas talaveranas. En la parte inferior de este cuerpo, figuran las iniciales del nombre del autor.
El centro del retablo está formado por un amplio y bellísimo cuadro que representa la última cena; se trata de una escena muy movida y alegre del más puro estilo renacentista. Es muy peculiar la postura del apóstol San Juan, tendido sobre Jesús y no recostado sobre su hombro como habitualmente se le representa.
Destaca sobre todos los apóstoles la figura central de Jesús, de mayor ta¬maño que ellos siguiendo la influencia de la antigua escuela castellana, que pronunciaba y aumentaba determinadas figuras según su rango o jerarquía.
Delante de la mesa la figura del apóstol Judas, sentado en un sillón de la época con su nombre inscrito en el respaldo. Al otro lado de la mesa y de¬lante de ella un ánfora de cerámica talaverana que el artista ha colocado ca¬prichosamente para romper el amplio plano diáfano del mantel. Sobre las ca¬bezas de todos los comensales del conjunto, unos cortinones semiplegados y muy bien distribuidos, confieren al cuadro un cierto aire de escena teatral.
El tercer cuerpo en forma de tríptico, contiene en el centro una escena de Cristo crucificado y a su lado dos cuadros que representan a San Francisco y a San Antonio. Este tercer cuerpo está coronado por un frontón abierto que representa al Padre Eterno en el cielo rodeado de ángeles sobre nubes.
Es, sin duda, el retablo de Candeleda uno de los mejores que han salido de los alfares talaveranos, pues a parte de ser uno de los primeros, es obra de bellísima composición e inmejorable pincel, en donde los colores azul, amarillo y verde unidos al óxido de plomo que produce el blanco, hacen de este retablo una auténtica obra de arte.
Ermita de San Blas
Se encuentra en lo que fue la antigua cañada de la Mesta que pasaba por Candeleda, es la ermita más antigua del pueblo, patrón de la villa, más conocido como la ermita del Cristo de la Cañada. La parte más antigua del templo pudiera ser anterior al S. XV.
Allí podemos encontrar diversos azulejos arcaicos denominados “de cuerda”, pertenecientes a los S. XIV, XVI y XVII, También en ella reposan los restos de San Bernardo de Candeleda, abogado contra el mal de la rabia, todavía en espera de ser canonizado.
El Rollo
Muy próximo a la ermita de San Blas, monumento privativo concedido a las villas que tenían jurisdicción civil y criminal.
Sobre su piedra se grabaron en el S. XV los escudos de armas de la casa de los condes de Miranda, se trata de los escudos de los Zúñiga, pertenecientes al primer conde de Miranda de Castañar y señor de Candeleda, Don Diego de Zúñiga, esposo de Doña Aldonza de Avellaneda.
Sequero De Pimentón
(Centro de recepción de visitantes y aula temática sobre el)
En un edificio singular, como es un antiguo sequero de pimientos, que además de ser una construcción patrimonial con un gran componente cultural e histórico, también una edificación propia y determinante en el paisaje de Candeleda.
Gracias a su nuevo uso este elemento arquitectónico autóctono de la comarca seguirá formando parte del paisaje.
La función que desempeñaba en tiempos el sequero no era otra que la de secar el pimiento para su posterior elaboración del pimentón.
En la planta baja el lugar más importante del sequero, donde se ubicaba el fuego hecho con maderas de encinas y robles; el humo que exhala de este tipo de maderas y el hecho de mantener una temperatura constante durante mínimo 10 días (proceso arduo y dificultoso, no solo por la dureza física, sino por que, más calorías de lo habitual, pueden echar por tierra muchas horas de esfuerzo e inversión), producen una deshidratación en el pimiento que hace que el fruto final, el pimentón, sea un producto no sólo típico de la zona, sino único por su color y sabor ahumado.
A la primera planta se accedía por una escalera exterior. El suelo, un entramado tipo zarzo y sobre él, se colocaba un emparrillado hecho con veratas de lames, donde reposaba el pimiento. Aquí es donde los pimientos recibían el calor y el humo que emanaba del hogar situado en la planta baja.